sábado, 7 de julio de 2007

El soneto final




Andando por la senda del destino
conoceré quizás algún día
cuál es el soneto final,
aquel que me está reservado,
saber si estaré a tu lado
o si es demasiado esperar.
Sabré si el perfume soñado,
si el silencio tan bien escuchado
es la luz que ha de iluminar
la angosta senda que mis pasos
a tu lado me quieren llevar.



A qué luchar...




Rostros terribles me miran
agazapados entre tinieblas.
Ojos vacíos de vida
que acrecientan mi agonía.
Garras negras que porfían
en arrastrarme tras ellas.

Campos yermos de esperanza
extendiendo su anarquía
en pos de mi alma rajada,
ya quemada su energía.

Obvia la lucha varada
en angustiosa letanía;
¿A qué abrir los brazos
si el infierno se avecina
perfumando los retazos
de mi vida ya extinguida?



Soñé




Soñé un día despierto
lo que en mi vida faltaba.
Deseos que para escribir
apenas hallaba palabras.

Era un sueño muy hermoso
que me dictaba el alma.
Susurros de amor, palabras
y una carícia robada.

Pero era tan sólo un sueño
que por las noches soñaba,
que comenzaba a morir
con las primeras luces del alba.



Cómo explicarte




Cómo podría explicarte
si no encuentro las palabras,
si aunque quisiera inventarlas
no significarían nada.

Cómo intentar demostrarte
aquello que yo sentía,
si en la distancia los muros
estaban en contra mía.

Nada mejor que tu mano
acariciando la mía.
Nada como tu mejilla
junto a la mía encendida.

Qué mejor que un abrazo
y un susurro a escondidas.
El calor de aquel "te quiero"
que me devolvió la vida.



Sentir por tí




Algunas canciones suenan por tí,
puedes leer las letras.
Hablan de amor y dolor,
lo hacen también de mis penas.
No necesito sentir por mí,
pero sí por tí; escribirlas.

Cuando tu ves mi extinta luz
algo dentro de mí ha muerto,
algo tan lejano en el recuerdo
que se adivina apenas.
Pero aquí llega de nuevo,
más brillante que las mismas estrellas;
el ardiente poder que surge de tí,
que hace ponerme en camino
soñando morir de amor,
de tu amor inmenso que al fin
vuelve para acabar conmigo.



Qué esperas




Dímelo tú si puedes,
dímelo tú si quieres
el sentido de las cosas,
el sentido de los días
y hasta de las horas.

Cuéntame tú lo que sabes
por bien poco que sea.
Cuéntame tú de la vida,
cualquier cosa que tu sepas.
Al menos dime qué esperas.

Los días siguen muriendo
y cada segundo me pesa.
Ni un momento de respiro
en esta lucha sin tregua
que es mi vida sin tí;
una esperanza eterna.



Mi corazón no miente (Canción)




No siento nada si no es por sentirte a tí.
El sol ya no nace casi nunca por mí.
Los sentimientos son
brazos abiertos a la razón
mostrando mi dolor.
Sin darte cuenta lo eres todo para mí.
Sin que lo sepas lo daría todo por tí.
En tus manos desnudas mi alma está,
prisionera sin guardián
y sin querer volar.

Mátame si quieres,
lo podría soportar.
Odiame si puedes,
lo podría superar.
No existe aún desastre
que me pueda hacer cambiar.
Mi corazón no miente,
te quiere a tí.

Ante las sombras nada vale ya mi luz,
y entre tinieblas, si veo algo eres tú.
Tu imagen cegadora
tan real y tan difusa a la vez.
Sería realmente imposible olvidar
ese gesto, esa sonrisa o tu mirar.
No hay fuerza divina que sea capaz,
nada tan poderoso que los pueda igualar.

Mátame si quieres,
lo podría soportar.
Odiame si puedes,
lo podría superar.
No existe aún desastre
que me pueda hacer cambiar.
Mi corazón no miente,
te quiere a tí.



Nadie podría dudarlo




No podría asegurarse

por más difícil que fuera
que no se tratara de amor,
que no la quisiera de veras.
Nadie podría dudarlo
si su alma pudieran leerla.

Nadie podría pararlo
si rompiendo la invisible barrera
de su eterna timidez,
consiguiera acercarse a ella
y hablarle de su amor
tan antiguo como la tierra.

No podría ella negarse
a escucharlo sorprendida, aunque serena,
sintiendo su pecho alborotarse
al són de aquella música nueva.
Nada la haría más feliz
que aquel hombre se decidiera.



El amor




Ella, inocente, mi vida.
Ella que tan sólo reía
creyendo saber del amor
y de mi amor nada sabía.

Ella, mi eterno lucero
brillando infinita en mis sombras,
confundiendo el universo entero
que conformaba mi vida.

Bailando imposibles danzas
bajo la luz de mis penas
haciéndome soñar mil sueños,
dejándome sin aliento el alma.

Ella, inocente, qué sabía
de mi amor arcano como el tiempo,
de mi morir, del revivir eterno.
Ella, mi amor, qué sabía.

Nada de mí, de mi existencia,
nada de mi muerte, nada de mi vida,
nada de mi dolor, nada de mi amor.
Ella, inocente, que de mí nada sabía.



Que se muere



Mírale cómo se muere

bajo un calor que lo abrasa,
mírale como sufre
sin que se pueda hacer nada.

Díle algo que le alívie,
algo que le de esperanza,
que de dolor ya no vive,
que se le ha extinguido el alma.

El ya no cree en nada,
sólo en la muerte temprana,
en huir ya para siempre,
en no ver el sol de mañana.

Y es que se muere por dentro
porque el dolor lo mata,
porque el amor es tormento
y porque vivir sin él no es nada.



Cómo se aleja




Surge su imagen fría
y la carícia se acera.
Se le congela en los ojos
todo cuanto se anhela.

Como el sordo rumor de las olas
ciega la vida entera.
Como la brisa en la arena
hasta que al fin se pierda.

Siente la luz y se llena
de soledad absoluta.
Siente el calor y le quema
llorando porque está muerta.

Muerta la vida de pena
en cada segundo de espera,
en la antesala del odio
sintiendo como se aleja.



Las lágrimas queman




A la luz de las velas ella se deja
bañar de carícias la piel tersa,
y percibe el temblor de sus labios cuando la besan.
A la luz de las velas ella se deja.

Al compás de una música nueva ella sueña
en canciones compuestas tan solo con verla,
en poemas de amor inspirados en ella
que al compás de una música nueva sueña.

Al calor del hogar sus palabras la llenan
de sentido la vida, le alivian las penas,
incapaz de creer que no sueñe despierta.
Al calor del hogar sus susurros la llenan.

Y en la noche oscura las lágrimas llegan
con lamentos de adiós que disimula apenas,
con el beso rogado que la desespera.
En la noche final las lágrimas queman.



Aurora




Se resiste a mirarle, le mira

y se sorprende llena de vida,
descubriendo en su profunda mirada
el reflejo de su alegría.

La mano temblorosa, esquiva
entre sus dedos prendida,
sufriendo los nervios de amor
sintiéndose ya perdida.

Sus labios buscando su piel
para besarla a escondidas,
mientras resiste por última vez
los miedos de toda una vida.

Y por fin se reconoce vencida
por el amor de ese hombre
que la habitó desde siempre
mostrándole con su luz… la verdadera vida.